miércoles, 30 de enero de 2013

La Reina del Carnaval


Llevo ya días escuchando que llega, leyendo que ya está aquí, incluso teniendo que escribir alguna reseña sobre los que ya han comenzado. Venecia ha elegido este año 'el color', Cádiz 'los más conocidos del mundo', y ella... Ella, como si de unir la cadena se tratara, ha escogido 'Venecia'. 

Son muchos los que llevan meses preparándose y al fin, ha llegado el momento de disfrutar. Un año más abriremos ese gran armario lleno de posibilidades, jugaremos a ser quienes no somos, disfrutaremos de la extravagancia de los Drag Queen o del entusiasmo que emanan las carrozas de los más pequeños. Un año más llegará el día en el que, exhaustos, y bajo la luz de la luna, acompañaremos a la sardina en ese desfile mágico hasta la mar.

Y este año, en mi opinión, es especial. Es el ocultar por ocultar. La redundancia mezclada con la simbiosis. Es el Carnaval por el Carnaval. Este año la máscara va a encubrir las calles, va a envolver su mar, va a guardar los rostros de su gente. Este año, la 'pequeña isla redondita', bailará con el antifaz puesto bajo el halo de una época llena de romanticismo. Si ya de por sí es auténtico, este año lo puede ser más. 

Pero realmente, y sin ánimo de decepcionar a nadie, no estoy aquí para hablar del Carnaval. Me gusta, sí, pero no forma parte de mi cultura, la considero una fiesta más dentro del calendario, y que ahora me sirve solo de preámbulo. Dejo las críticas y artículos de opinión sobre esta fiesta pagana para quienes realmente la llevan en la sangre, que no son pocos. Yo prefiero hoy optar por desprenderme de la máscara, salir del baile, y eso sí, con La Vida es un Carnaval de Celia Cruz como fondo, pensar de nuevo y de la manera más libre hasta el momento en esas calles, en ese mar, en esos rostros.

En Gran Canaria respiré diferente. No sé si mejor o peor, pero la sensación fue buena. Sobre todo, estoy feliz por haberla conocido como la conocí. Eso ya va a estar ahí para mí, y para siempre. Lejos de tacharla como destino turístico y de mera diversión, Gran Canaria me pareció tierra muy hospitalaria, humilde y llena de posibilidades. Su mayor peculiaridad, la lejanía, la hacen especial. Creo que lleva a que los grancanarios quieran más a su tierra que lo que otros queremos a la nuestra, y eso que habla una navarra convencida. Como si de algo frágil se tratara, la miman, la idealizan, al fin y al cabo, la protegen. Pero todo eso está muy bien. Hay un vínculo entre las raíces-la familia-la sociedad que me trasladó a las costumbres propias de otro tiempo. Y todo ello teñido por el olor a salitre que tan contemporáneo me parece, por el empeño de sus gentes en avanzar a buen ritmo con proyectos culturales, por el intento de ser pioneros en construcciones navales. Así concebí una cultura diferente, dulce, como la entonación que los caracteriza, acogedora, como ese tesoro, imbatible, con el que cuentan (el clima).


La gua-gua, el plátano, el mojo picón, las papas arrugás, sus buenas playas y grandes noches de fiesta. Eso es lo que conocía. El gofio, las cholas, el 'chacho', el 'ño', Vegueta y la herencia de Colón, el agua de la fuente que recogen en furgonetas, los preciosos pueblos blancos del interior o los grandes lugares ajenos al turista como el Confital... lo que aprendí. 

Siento que probé los primeros sorbos -muchas veces los mejores-, de un elixir maravilloso. Cruzas con barcos de un lado a otro (y te dejan conducirlos, jeje), te abraza la brisa marina más familiar, se abren balcones en primera línea de playa para que contemples su joya, su Canteras.... Y si me apuras, ¡hasta te puedes comer allí los mejores crêpes con chocolate jamás inventados! Pero lo más importante, y poniéndonos serios... Es que la amabilidad de sus gentes es realmente admirable, su alegría es realmente alegre... Son sencillos, son familiares, son humildes. 

En Gran Canaria te sientes dentro de tu patria pero al mismo tiempo, en un punto tan lejano, que reduce tu persona a la isla; puedes salir en pleno febrero de casa en chanclas (perdón, en 'cholas') y sentir con placer el aire entre tus dedos... Palpar también en primera persona un escenario donde el ayer y el progreso conviven de una forma tan íntima, que no puedes dejar de mirar con la boca abierta a esa abuela tan encantadora que usa las palabras 'hembra' y 'macho' cuando habla de cuál será el sexo del nuevo bebé... En Gran Canaria te sientes diferente, pero te acogen o incluso te admiran; puedes hacer de todo porque están predispuestos a todo; puedes viajar y volar de forma rápida, de la montaña a la playa, de la lluvia al sol, del verde al azul. En fin... demasiados adjetivos por colocar, y demasiados nombres por los que suspirar. 

Aquí termina mi cántico a esa isla, la que tan lejos está, la que ve a la sardina brillante quemar, la que vive una hora atrás, la que más tiembla ante el frío, la que por siempre jamás, tan amablemente, te recibirá. ¡Que viva la Reina del Carnaval!






domingo, 13 de enero de 2013

El refugio de The Beatles


Como consecuencia del tributo que se le está rindiendo estos meses al cuarteto (en agosto se cumplía el 50 aniversario, mes en el que Ringo Starr apareció como el batería oficial de The Beatles), últimamente me acuerdo más de aquel bar en el que sin duda, se respiraba amor por la música a borbotones. Así que, con esta acción de 'recordar' aquel lugar, lanzo mi pequeño homenaje. 

The Beatles, uno de los grupos más legendarios del rock en el mundo, es de Liverpool. Y "La Caverna", les vió nacer. Situada en el número 10 de Mathew Street, más conocida como la "calle Beatle", este local acogió al histórico grupo en sus primeros años. Muchos lo clasifican por ello como "el club más famoso en el orbe". En la primera fotografía, podemos observar el aspecto actual de la puerta original del club, por donde The Beatles entraron a probar su suerte, y tras donde terminaron ofreciendo a un público convertido en fiel, más de 300 conciertos. Hoy (segunda fotografía), The Cavern Club se ha convertido en una cita obligada para todo el que pase por la ciudad y quiera escuchar el buen rock and roll en vivo.

Inspirado en los clubes de jazz franceses de los años 50, se creyó que este espacio subterráneo, que había servido como refugio antibombas, era ideal para la acústica. El nombre, homenaje al archiconocido club parisino Le Caveau. A pesar de haber sido cerrado y reformado varias veces en su historia, todo el mundo sabe que es, sin lugar a dudas, un bar-insignia en Inglaterra desde hace décadas. 

Pero lo mejor es que a pesar de que una vez allí, te encuentras siempre con multitudes que empujados por la curiosidad o veneración hacia el grupo, miran, susurran, y fotografían el lugar, The Cavern Club ha sabido mantener intocable su auténtico valor:. Más allá de ser un gran atractivo turístico, sigue siendo una de las plataformas de exhibición más anheladas por bandas que como John, Paul, George y Ringo, quieren ser leyenda.







jueves, 3 de enero de 2013

La vida sobre la bici

Quiero aprovechar el primer post del año para hacer algo que ya había pensado en varias ocasiones: presentar otro blog. Su autor dice que no escribe bien, que tampoco lo intenta, que simplemente, va diciendo lo que va pensando. Pues qué bien funciona su cerebro, pienso yo, y sobre todo su corazón, para que sus dedos fluyan sobre el teclado de esa manera, creando, a mi modo de ver, una literatura tan auténtica y maravillosa. 

La vida sobre la bici, así se llama este blog donde deporte y vida se fusionan. Un diario semanal donde ese binomio deporte-vida ha dado juego a su autor para escribir decenas de posts donde la competición en el juego se convierte en el mejor ejemplo a seguir para la competición de la vida. 

Me resulta inevitable comparar esas zarzas que tuvo que dominar por la zona de Sorogain con los obstáculos que todos habremos encontrado en el último año. O la preparación y fuerza con la que ha intentado enfrentar cada triatlón, con la predisposición y energía con la que todos deberíamos comenzar cada día, pase lo que pase... 

Su última entrada, inspiración de esta mía. Habla de la felicidad y de su balance de 2012, marcado inevitablemente por el final de una relación de once años en la que "creyó ser feliz". Concluye lo siguiente: "Creo firmemente que la Felicidad no te la puede dar nadie, que está en el interior de cada persona y que 'solamente' hay que buscarla. Y esto quiere decir, que si nadie te la puede dar, tampoco te la puede quitar. Por eso yo he sido Feliz 11 años y sigo siendo Feliz, aunque nos empeñemos en complicar las cosas".

También habla de una mayor intensidad en su día a día, de nuevos modos de ver y de nuevas personas que ha conocido y por conocer. Habla de la importancia de respetar el respeto y de emanar cariño a quien quieres. Y no hace falta ser un romántico de la vida. No se trata de eso. Las mejores formas suelen ser de otra forma, suelen estar escondidas, suelen ser pequeñas... No hacen falta muchos 'te quiero' cuando tu mirada, pura, lo dice todo. 

Así pues, está claro. Tanto para los que tienen en 2012 el punto final de una relación de once años, de seis, o de uno, como para los que han dado con el punto inicial de otra, la felicidad, en última instancia, depende de uno mismo. El estar tranquilos, el hacer las cosas lo mejor posible, y lo más importante, el ser SINCEROS, eso siempre... (aquí entramos en ese "respeto al respeto", sobre todo y el primero, por el de uno mismo...).  

Y hoy ya no divago más en reflexiones personales ni en conclusiones particulares. Hoy el protagonista de mi post es él, el autor de "La vida sobre la bici". Alguien especial, alguien que espero que no deje de pedalear nunca, alguien que espero que encuentre siempre un lugar ahí en lo alto para parar, sacar una bonita fotografía, que luego me la enseñe, y que yo, asombrada... le pregunte cómo la ha hecho ;-).

¡Que terminéis bien la semana!

PD. Y para completar esta entrada, he querido tomar prestada la fotografía, también de alguien especial... una de esas nuevas que nos ha traído 2012 ;-).