martes, 17 de septiembre de 2013

Sobre el periodismo. Divagaciones nocturnas.


Hoy estoy aquí de manera improvisada, y es que como si de una "revelación divina" se tratara, quiero compartir con vosotros la última conversación que hemos tenido Amaya Ascunce (my boss), mi compañera Amanda y yo esta noche, mientras hacíamos guardia en medio de una vacía y silenciosa redacción.

El periodismo se muere. Y lo está haciendo en nuestros brazos. Y no hay nada que podamos hacer. Ni siquiera reinventarnos. Duras declaraciones para alguien que le gusta esto del 'Journalism', ¿eh? 

Así de tajante se muestra Amaya, periodista por pura y simple vocación. ¿Cuál es el mayor problema? No podemos vivir de ello. ¿Sabéis cuántas personas hay en nuestra revista trabajando, que superen los 45 años? Una. Sí sí, como lo oís. ¡Una! El resto oscila entre los 32 y los 40 años (la mayoría no supera los 36). Una legión de jóvenes becarias y/o colaboradoras, completan el aforo.

No hace falta ser sociólogo para saber que, si en una de las redacciones más fuertes y consolidadas de nuestro país ésa es su media de edad... "algo" no marcha bien. 

Abandonar, tirar la toalla, cambiar de sector. Si no eres uno de los "elegidos" (y entonces sí puedes vivir de ésto pero al mismo tiempo y literalmente dejas de vivir), te toca elegir entre los otros caminos, hermana.

Si a todo esto añadimos que estamos en un tiempo en el que además, el concepto de periodismo ha cambiado, las cosas aún se ponen más negras. Las nuevas tecnologías y las actuales necesidades del consumidor, han exigido a esta profesión que evolucione de golpe y porrazo, sin tregua, sin darle tiempo ni tan siquiera a reaccionar. ¿Quién da dinero? ¿El papel o lo digital? Lo digital. ¿Quiénes parece que tienen la verdad? ¿El que se traslada a la noticia para después contarla con rigurosidad? ¿El que ama la profesión? ¿El que incluso arriesga su vida para que TÚ veas en televisión todo lo que pasa ahí fuera? Pues no señores, no. Ahora manda la especie emergente, la que conocemos bajo el nombre de "los blogueros". 

El mundo exige instantaneidad y los medios no tienen recursos para responder con un contenido de calidad. Os pongo un ejemplo: acabo de estar en MBFW Madrid (comúnmente reconocido como 'Cibeles') a pie del cañón, y lo he visto claro. La lectora valora muchísimo poder ver en Twitter, diez minutos antes de que de comienzo el desfile, una fotografía en el 'Backstage' (la parte de atrás, las bambalinas), con la modelo de turno mostrando ya alguna de las piezas que a continuación se van a ver sobre la pasarela. Esa imagen (de mala calidad, sacada con mi Smartphone), junto con los 120 caracteres acompañantes que revelan las claves de la nueva colección, se convierten en el elixir que todos buscan. El 'real time' está a la orden del día y si no estás bajo sus órdenes, de nada sirve que tras el desfile escribas una crítica de sobresaliente. Habrás perdido.

Ese tándem perfecto de instantaneidad+calidad se puede conseguir, sí, pero con un equipo humano y unas herramientas con las que ahora mismo, no contamos. Por eso el periodismo entra ya ya en la lista negra de lo que viene siendo  "una muerte anunciada". 

Y en esas estamos. Jodidos. Muy jodidos. Los medios de comunicación simplemente no cuentan con la infraestructura adecuada para afrontar un gran cambio, y los periodistas, a modo individual, tampoco sabemos muy bien qué hacer para acertar. Queremos lo que hacemos, pero también queremos poder vivir. 

En este ambiente un tanto decadente, cruzábamos miradas sin saber muy bien qué más decir. Es en ese momento, cuando de manera casi natural, surgió una "risa tonta" algo contagiosa y Amaya, que además de amar el periodismo es muy "viva" (y de Pamplona, así que ya veis, tengo una jefa "quasi" perfecta), vio llegar su turno.  A continuación enumeró, de una manera muy locuaz, distintas soluciones posibles ante tal tragedia. 

La primera y más importante: hacer de tu mayor afición tu trabajo. Cristina Mitre, otra compañera, lo ha conseguido. Adicta al 'runner', en unos años es muy posible (ésto son sólo conclusiones ajenas a ella), que en un futuro sea responsable de comunicación de alguna compañía dedicada al deporte como Nike o Asics y será feliz como una perdiz: periodismo y calidad de vida, juntos. 

A Amanda, mi compañera en discordia en esta noche de fatigas, es precisamente ésta la solución que le propone: que se especialice en belleza, el gremio en el que se está iniciando y que tanto le gusta. Es la cuarta industria que más dinero genera en el mundo, y hay altas posibilidades de que el día de mañana, tenga opciones a buenos puestos de trabajo como periodista en el sector 'beauty'.

Problema: hay quienes no tienen una afición tan clara y determinada.  Es el caso de 'las dos Amayas' (mi jefa, y yo). Tenemos la capacidad conseguir ser bastante buenas en todo, pero no despuntamos en nada. Mujeres orquesta, nos llaman. 

Para nosotras, y según dice la que manda (yo me limito a obedecer), nos quedan dos únicas y últimas soluciones: 1) La lotería, que es la elegida por mi supervisora (echa la quiniela diariamente) y 2) Un marido rico. 

¡¡¡Un marido rico!!! En cuanto oí esta última proposición, levanté rápidamente la mirada: sabía que era la que me tocaba a mí. ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Claro que a lo largo de tu vida, muchas veces se te ha pasado por la cabeza lo fácil y maravilloso que sería enamorarte (y que se enamoren) de alguien literalmente 'forrao', pero siempre lo piensas desde un prisma inocente, sin ninguna intención de trasladarlo a la realidad. Al menos es lo que a mí me ocurría hasta el momento, porque tras esta noche, creo que ha llegado el momento de cambiar de parecer

Y es que la conversación de hoy, me ha dado qué pensar. No sé cuánto me durará, probablemente muy poco, pero al menos por unas horas, quiero disfrutar creyendo que es lo que me va a ocurrir: un chico rico y yo, vamos a vivir una historia de amor tórrida y pasional que además acabará en verdadera. Me estoy poniendo nerviosa sólo de pensarlo.

Mi chico rico estaría encantado de que yo trabajara donde quisiera, sin importar los ceros que tuviera mi cuenta. Disfrutaría dejándome en nuestra terraza con mi portátil y mi botella de agua, rodeada de papeles, volviéndome loca conmigo misma y volviendo locos a mis amigos, con los que tendría mil proyectos abiertos apasionantes. Eso sí, de ellos no veremos un duro. ¡Y que viva 'por el amor al arte'! Yo a cambio, también perdidamente enamorada, le daría mucho amor, mucho sexo -por supuesto-, y hasta un equipo de fútbol si hace falta. 

No está mal, ¿no?

Sinceramente, y aprovecho que me viene bien este texto para decirlo, creo que sobrevaloramos, y mucho, la idea de la mujer independiente del siglo XXI. Hay que discernir bien entre lo que es ser una mujer dependiente de su marido, y lo que es ser una mujer independiente con su marido. ¿Qué más da el rol que tengas en esta vida, mientras seas feliz y hagas feliz a los que quieres? Si lo que te toca es ser ama de casa porque en tu situación es como mejor vais a vivir todos... ¿qué importa todo lo demás? No quiero decir que éste sea mi modelo de vida ideal o en el que esté pensando, simplemente creo que la mujer contemporánea se pone al límite, presionada bajo esa absurda máxima de que ser "una mantenida", es igual a fracaso. Precisamente muchas veces fracasamos por tratar de llevar una vida que no podemos o que no queremos.

En fin, chico rico, llego ya al fin de mi relato. Si algún día apareces, te dedicaré estas líneas,  I promise. De lo contrario, no lo sé, supongo que siempre me quedará tener la botella de ron al lado de mi máquina, al más puro estilo Jonhnny Deep en su película 'The Rum Diary'. Lo que haga falta si lo que está en juego es poder seguir haciendo lo que uno quiere, gran privilegio en los días que corren.


No hay comentarios:

Publicar un comentario